Los cambios de tendencia en la precipitación de este mes desmienten cualquier incidencia climática ajena a la propia variabilidad
La precipitación en marzo en la Península era, hace unos 20 años, una de las grandes esperanzas del alarmismo climático. Para el que no lo sepa era la única variable mensual de precipitación cuya evolución era estadísticamente significativa hacia menor precipitación. No es el mes más lluvioso del año, su media es de 58 l/m2, pero si que tiene influencia en la caracterización climática de la primavera.
Como se ve en los gráficos de más abajo, la tendencia de 1961 era claramente negativa hasta finales del siglo pasado, cambiando progresivamente durante este siglo hasta "normalizarse", si es que este término tiene algún significado.
Las previsiones para estos próximos 10 días son claramente favorables a la precipitación, extendiéndose las cantidades acumuladas superiores a los 50 l/m2 a prácticamente toda la Península, con valores muy superiores en muchas partes, por lo que ya a mediados de mes se estará con toda seguridad por encima de la media climatológica del mes.

En cuanto a las predicciones semanales, la tendencia hasta finales de mes va en este sentido, lo que confirma el determinista. Esta primera semana además las precipitaciones afectarán tanto a las cuencas atlánticas como las mediterráneas, mientras que las siguientes dos semanas las precipitaciones se darán en las atlánticas previsiblemente.



El origen de la inestabilidad meteorológica en las cercanías de marzo parece tener mucha relación con el comportamiento del vórtice polar estratosférico, aunque nos parezca algo suficientemente lejano para que no fuera así. Abajo en la figura de la NASA, vemos en azul (2024) y en rojo (2025) el comportamiento de la intensidad de dicho vórtice. El invierno del año pasado se dio la circunstancia de una inédita sucesión de repentinos debilitamiento del vórtice, mientras que este año ha sido de gran fortaleza del mismo. Estos comportamientos parecen estar relacionados con las fases de la oscilación quasibienal, flujos en la estratosfera ecuatorial que cambian de dirección con frecuencia bienal.
En cualquier caso, en los años con repentino debilitamiento del vórtice cerca de marzo tienden a favorecer los cambios de patrones meteorológicos en al Ártico y en el Atlántico Norte, generando altas presiones allí y bajas presiones en nuestras latitudes.

Como se ve en el anterior gráfico, el vórtice polar, de media, se va debilitando desde enero, desapareciendo durante el mes de abril, reconstituyéndose a partir de setiembre. Curiosamente, estos últimos 3 años, coincidiendo con la erupción del Hunga Tonga en enero de 2022, se ha dado la situación de un viento medio en la estratosfera polar por debajo de la media. La predicción de la fortaleza del vórtice (siguiente) parece dar por finiquitado con mucha antelación al vórtice durante este mes de marzo. ¿Favorecerá esta situación la inestabilidad del resto de la primavera?
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