Los climatistas no deben de perder la esperanza: los sistemas de observación generarán nuevos récords de temperatura, aunque no tengan nada que ver con el calentamiento global
En 3 entradas del blog (Olas de calor y termómetros desaforados 1, 2 y 3) ya he comentado prolijamente algunos de los importantes matices que hay que sopesar para valorar la medida científica de las temperaturas ambientes de uso climático. Aunque parece otra cosa, la medición precisa de la temperatura del aire no es algo obvio y pequeños cambios en las condiciones de observación suponen importantes diferencias.
El ambiente climatista afirmacionista se vio muy animado hace días por los valores desmesurados de la temperatura alcanzado en un área relativamente limitada de Canadá y Estados Unidos. Incluso se acuñó el ominoso término "domo de calor" para una situación natural de compresión del aire por el descenso de masas de aire unido a un efecto catatabático de montaña. El observatorio de Lytton, rodeado de montañas como se ve en la foto, se convirtió en una referencia esos días. Obsérvese el uso de una pequeña garita para acoger el sensor de temperatura.
Este diseño necesitaba mucha atención de personal, el trabajo propio del Observador de no hace tantos años. Pero comenzando en los años ochenta hubo una serie de transformaciones técnicas que favorecieron el uso de otros sensores, instrumentos y garitas, pudiendo automatizarse y digitalizarse casi todas las observaciones. También se podía disminuir el tamaño de las garitas. También existen otros diseños aún más recogidos. Durante años se ha ido sustituyendo la medida de las temperaturas con el sensor moderno. En España eso fue ocurriendo básicamente desde los años noventa.
En cuanto a la medida de temperatura ambiente el cambio de un sistema a otro, con la ventaja evidente de dimensiones, se puede ver en la comparativa siguiente:
La diferencia básica entre los termómetros antiguos de columna y los sensores modernos (de resistencia) consiste en una mayor inercia de los primeros en los cambios de temperatura por lo que, aunque la precisión instrumental de la medida de ambos es aceptable, tiende a favorecer que el sensor moderno estime mayores los extremos, tanto los de máxima como los de mínima. La media no sufre mucho por eso pero en condiciones tan cálidas como las del verano de buena parte de España las diferencias entre un sensor y otro en los extremos puede ser de varias décimas.
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